Nuestra misión congregacional dentro de la Iglesia es extender el Reinado del Corazón de Jesús en nosotras y en las demás personas por todos los medios posibles, según las Constituciones.
Misión educativa Nuestra Congregación, que desde sus orígenes asumió como una urgencia la educación cristiana de los niños pobres, tiene como apostolado primordial la educación de las nuevas generaciones. Al realizar esta misión, las hermanas aceptamos el desafío de introducirnos en el horizonte educativo y ser en la comunidad escolar testimonio radical de los bienes del Reino.
Por lo tanto, hemos de ejercer este apostolado, adaptándolo a las necesidades de tiempos y lugares, de acuerdo con nuestro Modelo Educativo y tomando en cuenta los lineamientos de la Conferencia Episcopal y del Ordinario del Lugar.
Conscientes de la responsabilidad que lleva consigo la noble misión de educar, haremos de nuestros colegios verdaderos centros de formación espiritual, moral e intelectual.
Casas hogar
Dejen a los niños y no les impidan que vengan a mí”. (Mt.19,14). Los internados siguen siendo una apremiante necesidad, dada la realidad de desintegración familiar que existe en la sociedad actual. El fin de este apostolado es formar integralmente a las niñas y niños que confían a nuestro cuidado y colaborar en la tarea educativa del hogar preparándolos para la vida, a fin de que en el futuro se integren responsablemente a la sociedad como auténticos cristianos.
Tomando en cuenta los valores de nuestro carisma y con la caridad que brota del Corazón de Cristo, acogeremos a los niños y niñas que Él nos envíe para hacerles el mayor bien posible, conforme a los deseos y orientaciones de Nuestra Madre Fundadora.. En nuestras Casas Hogar sólo se recibirán internos que vengan voluntariamente y por necesidad; nunca forzados o por castigo.
Colaboración en el ministerio sacerdotal
De acuerdo a nuestro carisma fundacional, la atención al ministerio sacerdotal es un apostolado que nos permite trabajar en la extensión del reinado de Cristo en el mismo corazón sacerdotal, para colaborar conjuntamente en la gloria de Dios, sobre todo con la oración, el testimonio y la entrega. “Estoy misionando y trabajando en la edificación de la Santa Iglesia, contribuyendo con un pequeñísimo grano de arena en que estos sacerdotes sean santos y grandes santos”. “Con nuestro trabajo y sacrificio, cooperamos a la formación de los futuros sacerdotes que trabajarán en la salvación de las almas”
Nuestra actitud en esta misión debe ser de un servicio humilde, oculto, con espíritu de fe y amor; imitando a la Santísima Virgen María en su trabajo responsable y en la caridad, de tal manera que contribuyamos a la obra de salvación que Jesús sigue realizando en unión con el Padre.
Este apostolado lo podremos realizar en base a la parroquia: en oficinas, catequesis, liturgia u otros campos de la pastoral parroquial; así como en comunidades de sacerdotes, seminarios y casas de ejercicios.
Misión “ad gentes”
Una de nuestras tareas primordiales es el anuncio de Cristo a todas
las gentes para que el Evangelio llegue a todos los hombres, de tal manera que sea una realidad el reinado del Corazón de Jesús en el mundo entero, conforme al gran anhelo de nuestra Madre Fundadora: “La tierra entera me parece corto campo de conquista, para mi desmedida ambición de glorificar, hacer conocer y amar a este Único Amor”.
En base a esta dimensión carismática misionera y a ejemplo de Santa María de Guadalupe, nuestra Congregación puede colaborar en la misión “ad gentes” de la Iglesia en cualquier parte del mundo que le sea solicitada por la competente autoridad eclesiástica.
Comunidades indígenas
Los indígenas ocupan un lugar preferencial como destinatarios de nuestra misión apostólica, ya que nuestra Madre Fundadora entendió en la fe, que la Santísima Virgen de Guadalupe se los encomendó con una “insinuante súplica y encargo” diciéndole: “Hija mía te encargo a mis indios, trabaja por ellos; ¡los amo tanto! Nadie piensa en ellos; los ven con tanto desprecio y tanta indiferencia”. La Madre María Amada asumió con empeño y generosidad este encargo, emprendiendo a favor de los indígenas varias obras para responder a sus necesidades, tanto en el orden material como espiritual.
Nuestra Congregación hace suyos los anhelos de nuestra Madre Fundadora y en ellos descubre la voluntad del Corazón de Jesús. Por eso tiene gran interés en conservar e impulsar las comunidades insertas en zonas indígenas, abrir otras donde la necesidad sea más apremiante y velar para que en ellas cumplamos con el cometido de trabajar por hacer el mayor bien posible a estos hermanos nuestros.
Realizaremos nuestra misión apostólica en comunidades indígenas
movidas por un gran celo apostólico, a ejemplo de Santa María de Guadalupe, que acogió, respetó y enalteció a San Juan Diego en su propia cultura y lo llevó al conocimiento del verdadero Dios por quien se vive.
Solidaridad misionera
Todas las comunidades, con espíritu eclesial, seremos corresponsables con la obra misionera de la Iglesia; y de modo particular con nuestras hermanas que trabajan en comunidades asimiladas y en misiones Ad gentes, siendo sensibles a sus necesidades. Así secundaremos los deseos de nuestra Madre Fundadora y seguiremos su ejemplo.
Pastoral diocesana y parroquial
Por nuestro carisma misionero, las hermanas cooperamos con la Iglesia en la pastoral diocesana y parroquial en la formación de cristianos auténticos que, con su conversión personal y buenas obras, glorifiquen al Padre y lleguen a ser apóstoles del Reinado del Corazón de Jesús, contribuyendo así a la transformación de la sociedad por la vivencia de los valores humanos y espirituales.
En este apostolado nos integraremos a los planes pastorales en sus distintos niveles, de modo que se mantenga una estrecha comunión con los pastores de la Iglesia. Realizaremos nuestro servicio evangelizador atendiendo con especial solicitud sobre todo a los pobres, sencillos y alejados.
Asilos de ancianos
“Al atardecer llevaron ante Jesús enfermos de todo tipo; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba” (Lc .4,40). Las personas consagradas prolongan el misterio de la
misericordia de Cristo que pasó haciendo el bien a todos y curando a los enfermos que le presentaban. (cf Hch.10,38)
“La palabra de Dios nos interpela de muchas maneras a respetar y valorar a nuestros mayores y ancianos; incluso nos invita a aprender de ellos con gratitud y a acompañarlos en su soledad y fragilidad.” (Aparecida, 448). Así mismo, la Iglesia, comprometida con los que más sufren, nos exhorta a “procurar la atención humana e integral de todas las personas mayores, también ayudándoles a vivir el seguimiento de Cristo en su actual condición, e incorporándolos lo más posible a la misión evangelizadora”.
Animadas por la invitación del Señor, realizamos esta misión con el adulto mayor tratando de encarnar en nosotras el amor del Corazón de Jesús hacia ellos; ayudándolos a valorar la etapa de la ancianidad, a avivar la llama de la fe, y a vivir el seguimiento de Cristo en su actual condición, para que participen en su Misterio Pascual y vivan en gracia y amistad con Dios en el ocaso de su existencia. De este modo deseamos contribuir a que el Corazón de Jesús Reine en todos estos miembros doloridos de su Cuerpo Místico.